Todos fuimos principiantes alguna vez.
Todos sufrimos nuestras primeras milongas, en las cuales nos
pasábamos la noche entera esperando para bailar y no podíamos hacerlo con casi
nadie. Todos tuvimos alguna de esas tandas en las cuales alguno se la jugaba y
nos sacaba, y podíamos sentir como el otro hacia su mayor esfuerzo por
disfrutar del baile pero en realidad lo estaba sufriendo, y nos lo transmitía
de algún modo. Todos tuvimos la ilusión de que fulano nos sacara, pero nunca lo
hizo. A todos nos dijeron alguna vez "no, gracias". O mucho peor:
"gracias" luego del primer tango. Todos sentimos esa ansiedad de
aprender mucho y muy rápido, mezclada con esa angustia de que nadie quería
probar bailar con nosotros. Todos le preguntamos alguna vez a algun amigo que
bailaba más: "¿con quién te parece que puedo bailar?" Y al final por
alguna razón no lo sacabamos. Todos nos frustramos, nos tropezamos, pisamos al
compañero, pedimos perdón mil veces, pasamos verguenza, fuimos mirados con
rechazo, pasamos miedo, chocamos al de adelante o al de atrás o al del costado
o todos a la vez, todos nos comimos alguna corrección de esos desubicados que
les gusta correjir en la pista, etc, etc, etc. Todos dijimos alguna vez:
"nunca más vuelvo" y al otro día algo nos llamaba y volviamos a
agarrar los zapatos. Pues eso que nos llamaba al fin y al cabo es esa magia que
tiene la milonga o como quieran llamarle, esa cosa que lo atrapa a uno, y que
si no ocurre desde el inicio, es posible que no ocurra nunca más. Y esa magia
de los comienzos, ese fanatismo de principiante, eso tan contagioso y tan
necesario para nuestras milongas, depende en gran parte de todos nosotros, de
los que más o menos ya bailamos y podemos disfrutar de nuestro tango. Depende
de cómo recibamos a los nuevos. Depende de si los saquemos a bailar alguna vez
o de si preferimos esperar a que se vean bonitos y fluiditos en la pista para
bailar con ellos. A veces nos olvidamos por qué lo hacemos: a veces nos
olvidamos por qué bailamos tango. Y a veces nos olvidamos que para bailar tango
se necesita gente. Hoy en día nos quejamos de que somos pocos, de que siempre
somos los mismos, de que hay poca milonga buena. Pues debe ser todo culpa
nuestra, no? Somos pocos porque bailamos siempre entre nosotros. Nos quejamos
de que hay pocas milongas, y eso es porque hay poca gente. Por eso necesitamos
mas gente, gente nueva. Principiantes. Muchos principiantes. Para acompañarlos,
para enseñarles, para aconsejarles, par estimularlos, para contagiarlos. A
veces no nos la jugamos y dejamos pasar buenas oportunidades de contagiar eso
tan bueno, que al fin y al cabo es lo que nos une a todos, que es el amor por
el baile. No hay nada mas importante que los principiantes. De ahi salimos
todos nosotros, eso éramos todos nosotros, y seguro dejamos de serlo por la
gente que se la jugó alguna vez y nos dió para adelante.
Comienza hoy mismo la campaña en pro del principiante.
HÁGALE UN FAVOR A LA MILONGA: SAQUE A BAILAR A UN
PRINCIPIANTE.